En la oportunidad del inicio del Año Lectivo 2014-2015 en la ACADEMIA DE POLICIA Walter Mendoza Martínez el día 18 de Febrero de 2014, se presentaron oficialmente las restauraciones de los murales de la Brigada Felicia Santizo de Panamá.
Después de las palabras del Comisionado General Xavier Dávila Rueda, Director de la Academia y del pintor ítalo-nicaragüense Sergio Michilini presentando las obras restauradas, toma la palabra el Padre Miguel d’Escoto Brockmann para la Lección Inaugural:
ESPIRITUALIDAD DEL PUEBLO NICARAGÜENSE
Necesidad de cuidar y proteger su patrimonio artístico cultural
18 de febrero, 2014
Padre Miguel d’Escoto Brockmann
Es para mí un verdadero honor y privilegio estar aquí reunido con ustedes en esta oportunidad para celebrar con alegría la restauración hecha por mi querido hermano Sergio Michilini, ayudado, naturalmente, por Valeska, mi querida hija en el Señor, también artista, de los excelentes murales revolucionarios pintados por la Brigada Panameña “Felicia Santizo” en 1979.
Se trata de unos murales realmente maravillosos que tienen como tema la heroica lucha en esa gran revolución que conmovió al mundo en todos los rincones del planeta y trajo esperanza a los más pobres, desposeídos, marginados y explotados – esperanza de que las cosas podrían cambiar si nos lo proponíamos y que había que seguir soñando y luchando, unidos y sin claudicaciones.
A mí se me ha pedido que participe en esta celebración hablándoles de la espiritualidad de los nicaragüenses. Me parece muy acertado que se haya querido juntar la celebración del 35 aniversario de la Academia de Policía “Walter Mendoza Martínez” con la restauración de sus estupendos murales revolucionarios y reflexiones sobre espiritualidad. Digo esto porque es evidente que sin espiritualidad, sin un compromiso profundo con el bien común, no hay, no puede haber, revolución.
Para entender mejor lo que estamos diciendo me parece útil comenzar hablando un poco sobre el proceso evolutivo cósmico y, en particular, sobre el proceso evolutivo humano –es decir la cada vez mayor evolución o humanización de la personas.
Edward O. Wilson –considerado como el principal de los discípulos contemporáneos de Charles Darwin y uno de los más sobresalientes científicos vivientes, profesor de la Universidad de Harvard, nos dice que el proceso evolutivo humano es algo que va sobre tres carriles paralelos y simultáneos.
Uno de esos carriles en el proceso evolutivo humano es el que tiene que ver con el desarrollo físico, biológico, intelectual y científico de las personas. Un segundo carril paralelo y simultáneo es el del desarrollo de la imaginación artística creativa relacionado siempre con la búsqueda de la belleza, que no es más que la expresión física del bien común, y de la armonía que debe existir en toda la creación. Aristóteles, en este sentido, nos decía que la belleza es la tranquilidad del orden, es el caos convertido en cosmos.
El tercer carril paralelo, simultáneo e igualmente indispensable, en el desarrollo evolutivo humano es el de la espiritualidad. Sin espiritualidad, el hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios, se convierte en monstruo, en un ser motivado solo por la codicia de lo material, egoísta, individualista y presto siempre a cometer cualquier crimen para satisfacer sus aspiraciones, sean estas la de lograr un control total y absoluto sobre el planeta Tierra, su atmósfera y espacio extra terrestre o para hacerse de todos los recursos naturales necesarios para el logro de un mal entendido desarrollo.
Basta recordar la triste experiencia de Albert Einstein, y de la humanidad en su conjunto, cuando este gran científico, de profundos sentimientos espirituales, optó por compartir su descubrimiento de la teoría de la relatividad. Pensaba Einstein que la tecnología la podría utilizar para el bien común de la humanidad y se encontró con que el imperialismo la aprovecharía, en vez, para lograr más eficiencia, en el asesinato de seres humanos mediante la fuerza generada por la bomba atómica.
Sin espiritualidad, el cosmos retrocede al caos, a la destrucción, a la indiferencia y a la bestialización de las personas, con perdón a las bestias, ya que estas matan solo para sustentarse o defenderse. Cabe, por lo tanto, preguntarnos qué es espiritualidad. En primer lugar, lo obvio. Espiritualidad tiene que ver con espíritu que es lo contrario a materia o al materialismo. Los seres humanos, desde los tiempos más remotos, se han percatado, han sentido, que hay una gran fuerza amorosa subyacente en toda la creación. Algo que es la causa y la razón de todo cuanto existe y que es digna de reconocimiento, alabanza y veneración.
Esta intuición humana es la que dio origen y mantiene lo que conocemos como religión. Las religiones son expresiones culturales, en respuesta a esta intuición; formas de venerarlo, darle gracias, suplicarle, además de enseñar sus preceptos. Por eso es natural que entre más culturas más religiones y estas, a su vez, son el meollo de las diferentes culturas.
Nosotros no nos cansamos nunca de decir que la diversidad cultural es tan importante para el mundo como la diversidad biológica. La homogeneización que es tan buena para la leche, es mortal para la cultura. Pretender que haya una sola cultura y, por lo tanto, una sola religión, es parte esencial de la perniciosa agenda imperialista, que, no sería la primera vez, se disfraza de imperativo religioso para extender su poder.
La misión de Jesús en este mundo no fue la de crear una nueva religión o una nueva iglesia. Ya habían suficientes, y Jesús fue, más bien, un severo crítico de ambas cosas. En todo caso él era judío y murió como judío. Su “iglesia”, por decir así, era una iglesia vendepatria y pro-imperialista. El sumo sacerdote, es decir, la autoridad eclesiástica suprema de Jesús, era nada menos que Caifás, personaje emblemático de lo que, en idioma bíblico, llamaban ramera o meretriz, personajes que se acostaban con el imperio para provecho personal contra los intereses y derechos del pueblo. El jefe de Estado y de gobierno de Jesús era nada menos que Herodes el Grande y, poco después, Herodes Antipas, otras rameras, los que Sandino llamaba peleles.
En tiempos del divino y humilde Nazareno, podríamos pensar que un 95% de los galileos era antimperialista, aunque no se pusieron nunca de acuerdo en una forma única para defenderse. Había entre ellos guerrilleros, la mayoría, su gran líder era Barrabas, muy querido por la gente. Entre los seguidores de Barrabas debemos incluir a los que fueron crucificados a ambos lados de Jesús. Esos “bandoleros”, como se acostumbraba llamar a los antimperialistas que optaban por la lucha armada para defender su intereses y derechos.
Jesús, nuestro Señor, no solo era antimperialista como lo eran casi todos los galileos. Era, como Hugo Rafael Chávez Frías, San Chávez de América, muchas veces dijo: “el primer gran revolucionario.” El revolucionario no solo está en contra de algo, tiene siempre una propuesta alternativa que es el objeto de su lucha. La misión de Jesús en este mundo era proclamar la presencia del Reino de Dios en la Tierra en contraposición al imperialismo.
El mensaje de Jesús era, por lo tanto, 100% político. Reino implica un sistema de gobernanza, la forma en que nos relacionamos los unos con los otros y todos con la Madre Tierra. Por lo tanto, es político. Pero, al mismo tiempo, el mensaje de Jesús era 100% religioso, pues al decir “de Dios” quiere decir la forma en que Dios quiere que nos interrelacionemos. No obstante ha tomado 1.700 años para que la iglesia dijera que para ser cristiano había que ser revolucionario y que uno que no es revolucionario no puede ser cristiano, seguidor de Jesús. ¿Qué implica esta tardanza de parte de la iglesia que siempre fue y sigue, mayoritariamente, siendo anti revolucionaria?
Los principios fundamentales que Jesús predicó cuando con su ejemplo y su palabra nos proclamaba la presencia del Reino de Dios entre nosotros, eran igualdad, justicia, noviolencia, amor, compasión, misericordia, perdón, solidaridad, antimperialismo y anti-capitalismo, para usar una palabra moderna que significa el despojo de los más necesitados. Todos estos principios eran inmensamente provocadores y daban una fuertísima estocada en la propia médula del sistema dominante.
Por proclamar estos principios y valores, Jesús fue crucificado, tipo de ejecución exclusivamente reservada para los antimperialistas. Hubo días en que se llevaron a cabo más de 1,500 crucifixiones. No pudo haber existido castigo más inhumano y degradante, no solo por el hecho del inmenso sufrimiento físico que ocasionaba o porque eran expuestos totalmente desnudos. Lo más grave y degradante es que se les negaba una digna sepultura y eran dejados para ser devorados por perros y zopilotes.
Si el amor es el epicentro de la espiritualidad, para comprender esto mejor valdría la pena señalar cuál es lo más opuesto al amor. Contrario a lo que muchos pudieran pensar, lo más opuesto al amor es la indiferencia a la suerte de los demás, incluyendo a los que como enemigos se comportan contra nosotros.
Tolstoi, que se dio al trabajo de estudiar minuciosamente todas las grandes religiones del mundo, nos dice que el amor es una ley muy importante en todas ellas –menos en el cristianismo. Explica esta aparente ironía diciéndonos que el amor no es una ley para los seguidores de Jesús, es la ley, la única, no una de tantas. Esto es lo que permite a San Agustín decir: “Ama a Dios y haz lo que tú quieras.” Si amamos a Dios de verdad nunca actuaríamos contra los principios del Reino que Él proclamó y que arriba enumeramos.
En un gran esfuerzo de síntesis, Tolstoi nos resume todos estos principios y valores de Jesús en lo que él llamaba “la ley suprema del amor que no admite de excepciones ni exclusiones por la razón que fuere.” La espiritualidad es no solo proclamar que creemos en estos valores –consiste en vivirlos, y de hacer de esa vivencia nuestra razón de ser, la razón de nuestras vidas.
En cuanto a religión, los nicaragüenses somos mayoritariamente cristianos, pero la verdad es que cuando el mensaje de Jesús viene a Nicaragua traído por los misioneros españoles y sumamente alterado por el mal ejemplo de los colonizadores, el Espíritu Santo ya había venido mucho antes a nuestros pueblos originarios y ya nos había adelantado bastante de lo que sería más tarde el mensaje de Jesús. Los misioneros, antes y ahora, siempre debieron y deben estar consientes de este hecho. Miles de años antes de que el misionero llegara a algún lugar, el Espíritu Santo ya había llegado y permanecido.
La labor misionera debió siempre haber sido una tarea de doble vía –la de escuchar primero, qué es lo que el Espíritu Santo ya había revelado a aquellos dónde llega el misionero y compartir lo que él lleva a manera de complementación.
En el caso de Nicaragua es importante recordar que el ser humano apenas llega a América (norte, centro, sur y Antillas) hace unos 15mil años, es decir, unos 5mil años antes de la revolución neolítica y el inicio de la aldeización, cuando el homo sapiens sapiens comienza a abandonar su vida nómada y opta por la vida sedentaria, cuando descubre la agricultura. La historia de Génesis sobre Caín y Abel, de haber ocurrido así, ha de haber sido hace no más de unos 8mil años, pues Caín era agricultor.
El fenómeno que más marcó la espiritualidad de los pueblos originarios mesoamericanos (de todo lo que hoy llamamos Centro América, más los cinco Estados más sureños de México) es la aparición de Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, como se le llamó a este misterioso personaje que, en una noche oscura, el viento y el mar arrojaron a una de las playas de nuestra Mesoamérica. De lejos, a la luz de la mañana, al rayar el sol, parecía una serpiente emplumada y de ahí su nombre. Pero el caso es que, de repente, al acercarse más la gente y poder ver mejor, la serpiente emplumada se convirtió en hombre, blanco, peludo y barbón y estaba allí desnudo, tirado en la playa y amarrado a un leño.
Al ser preguntado sobre quién era y de dónde venía él dijo: “yo soy Quetzalcóatl. No sé cuál fue mi Tierra. Tan solo sé que vengo del rumbo dónde nace el sol. Vengo a hacer mejor a esta Tierra y así hacerme mejor a mí mismo. Lo primero que deseaba enseñar, y lo hizo con toda vehemencia, provocando un gran disgusto e ira entre los sacerdotes, fue condenar el sacrificio de seres humanos. “No es sangre lo que Dios pide. Es el mérito lo que Dios aprecia. El mérito de dar lo propio, lo íntimo, sin pedir nada a cambio. Ustedes siguen el orden del mundo, yo represento otro distinto.”
Los que oían a Quetzalcóatl fueron admirándolo más y más y llegaron hasta pedirle que él fuera su Dios y él respondió diciendo que él era solo un hombre y pecador porque no siempre había obedecido a Dios. “Solo hay un Dios”, les dijo Quetzalcóatl, “el que creó el cielo y la Tierra y todas las cosas. Él es nuestro Padre y Madre. Yo no lo doy a Él. Él está en todas partes. Lo único que yo les daré será una cruz, la labraré y la plantaré como el Árbol del Universo con los brazos abiertos al amor y al dolor.”
He tratado de hacer un resumen, lo más escuetamente posible, pero sin sacrificar el significado esencial del mensaje de Quetzalcóatl.
A José López Portillo, ex presidente de México, gran amigo de Nicaragua y de su Revolución Popular Sandinista, admirador de nuestro Comandante Presidente Daniel y con quien este su servidor, siguiendo orientaciones de Daniel, tuvo el privilegio y gran honor de forjar una linda y estrecha amistad, le debemos el relato más completo existente sobre Quetzalcóatl. Para su maravilloso libro sobre el tema, López Portillo se basa fundamentalmente en las fuentes más conocidas: Historia de las Cosas de la Nueva España, de Fray Bernardino de Sahagún; Códice Chimalpopoca; Monarquía Indiana de Juan de Torquemada; Códice Borgia; Historia Antigua de México de M. Veytia, etc. También, por supuesto, hace amplio uso de las obras básicas de su padre, el Ingeniero José López-Portillo y Weber.
Guardo muy gratas memorias de aquellas mensuales reuniones extendidas, nunca interrumpidas, y siempre a las 6:00 p.m. en Los Pinos que, por instrucciones de nuestro Comandante Presidente Daniel, a quien tenía el honor de servir como Canciller, sostenía con el querido Presidente José López Portillo. Recuerdo con mucha precisión que en la mesa cafetera, alrededor de la que nos sentábamos a conversar sobre los últimos acontecimientos en la lucha sandinista contra la dictadura somocista, mantenida por los gringos, don José tenía cinco imágenes de Quetzalcóatl. Una la recuerdo como de alabastro, otra de bellísima obsidiana y una tercera de ónix. Sobre el tema de estas lindas piezas de arte conversamos más de una vez. Yo también había sido gran admirador de Quetzalcóatl desde hacía muchos años y eso fue una coincidencia providencial que ayudó a estrechar aun más nuestra amistad. Recuerdo que le conté una vez que, a los pocos años de haber sido ordenado sacerdote, pedí a mi hermana María Azucena que me hiciera una casulla y me bordara una estola con la imagen de Quetzalcóatl. Quisiera que, cuando llegue el momento, me enterraran con esa casulla y esa estola. (se enseña la estola)
Alrededor de esa mesa cafetera dónde estaban las imágenes de Quetzalcóatl, mantuvimos a México bien actualizado sobre nuestra lucha en Nicaragua. También se iniciaron allí las conversaciones sobre lo que más tarde se convertiría en Contadora y, más tarde aun, en Esquipulas y la firma de los acuerdos de paz de Centro América.
La espiritualidad del pueblo nicaragüense tiene sus más remotas raíces en lo que el Espíritu Santo nos enseñó a través de Quetzalcóatl como una especie de anticipo da las maravillosas enseñanzas de Jesús, el humilde carpintero de Nazaret, hijo de María y de José, en quien se produce la encarnación del Hijo, segunda Persona de la Santísima Trinidad, en lo que solo podemos calificar como el más grande acontecimiento cósmico en el proceso evolutivo de la creación desde el big bang hace unos 13.700 millones de años.
Para cuando el mensaje de Jesús llega a Nicaragua, lo que hoy se da en llamar la paganización de la iglesia, estaba ya muy avanzada. El mensaje de Jesús ya había sido severamente tergiversado por una iglesia pro-imperialista que pretendía reemplazar a Jesús como centro de nuestra espiritualidad y religión y, de hecho, en su arrogancia también pretendía anular al Espíritu Santo, pues pensaba que ya sabía todo, y todo ya lo había encapsulado en sus dogmas y no reconocía la acción salvífica y enseñanza del Espíritu a través de otras religiones o profetas.
No obstante, en Nicaragua tuvimos la suerte de oír la voz del propio Fray Bartolomé de las Casas contando lo ocurrido el 21 de diciembre de 1511 en Santo Domingo, capital de la actual República Dominicana, cuando Fray Antonio de Montesinos predicó lo que probablemente haya sido el más valiente cristiano, y fuerte sermón jamás predicado en la historia de nuestra América Latina y el Caribe.
La situación objetiva, el mal trato que los pueblos originarios recibían de los colonizadores, lo ameritaba. La iglesia aún no había logrado ahogar totalmente las voces de protestas proféticas que, como consecuencia de aquel sermón, resurgirían en la persona de Fray Bartolomé de las Casas, cura encomendero, uno de los presentes ese 21 de diciembre, quien escuchó el sermón y fue convertido por Fray Antonio. Ese célebre sermón también tuvo que ver con mi propia ordenación sacerdotal 450 años después.
Sobre el sermón de Montesinos, los historiadores registran que aquel 21 de diciembre Fray Antonio subió al púlpito, dio un golpe seco y sonoro sobre él y lanzó sus frases revolucionarias, como un grito de protesta contra la opresión de los indios y en pro de su plena libertad como verdaderos hombres con sus derechos naturales, iguales a los de los otros hombres, e, igual que ellos, hijos de Dios y dignos de la caridad de Cristo, que redimió con su sangre por igual a todos los humanos.
Éstas son sus palabras centrales, imborrables, que se han repetido en todos los idiomas durante quinientos años:
«Para daros a conocer (estas verdades) me he subido aquí yo, que soy la voz de Cristo en el desierto de esta isla. Y, por tanto, conviene que con atención no cualquiera, sino que con todo vuestro corazón y con todos vuestros sentidos, la oigáis; la cual voz os será la más nueva que nunca oísteis, la más áspera y dura y espantable y peligrosa que jamás no pensasteis oír… Esta voz es que todos estáis en pecado mortal, y en el vivís y morís por la crueldad y tiranía que usáis con estas gentes inocentes.
Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tal cruel y horrible servidumbre a cuestos indios? ¿Con que autoridad habéis hecho tan detestables guerras a esta gente, que estaban en sus estas tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas dellas, con muertes y estragos nunca oídos, habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin darles de comer ni curarlos en sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais, incurren y se os mueren, y, por decir mejor, los matáis por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los doctrine y conozcan a su Dios y creador, sean baptizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos?
¿Éstos no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos? Tened por cierto que en el estado que estáis no os podéis salvar… »
Esta es la voz de la iglesia a la que yo siempre he querido pertenecer y dedicar todos los días de mi vida y a la que jamás renunciaré por fuerte que sean las presiones, vengan de donde vinieren, pues mi compromiso, sobre todo, es con Jesús, con el Dios de los pobres, con la Madre Tierra y con mi pueblo, parte integral e inseparable de ella.
Al inicio de la colonización Nicaragua tuvo la suerte de tener como obispo a Fray Antonio Valdivieso, discípulo de Bartolomé de las Casas y protomártir de América por la defensa de los indios cuyas vidas estaban siendo expuestas a graves peligros, sin tomar las precauciones necesarias y posibles, cuando el gobernador Rodrigo de Contreras estaba empeñado en descubrir el “desaguadero del mar dulce”, es decir, el Río San Juan.
En Nicaragua se fue comprendiendo, desde muy temprano, que espiritualidad significa denunciar y luchar contra todo lo que viole la ley suprema del amor sin excepciones ni exclusiones y se estaba siempre claro de que, cuando esto significaba ir contra los valores y costumbres de los poderosos, esta denuncia y esta lucha implicaba arriesgar la propia vida. Cómo se entendería pretender ser seguidor de Jesús y corrérsele a la cruz. Uno no busca represalias ni martirio, pero si vienen, no hay de otra. Alabado sea el Señor.
En el número 29 de la revista “Correo”, correspondiente a septiembre-octubre 2013, el Cro. Orlando Núñez Soto, para cambiar, nos presenta un estupendo artículo que debería ser publicado en Separata y estudiado por cada uno de nosotros. Se titula el artículo “Espiritualidad, ética política, mística sandinista.” En este artículo Orlando divide el sandinismo en sus tres periodos esenciales:
a) La lucha militar de Sandino contra la intervención militar estadounidense (1926-1933);
b) La lucha del Frente Sandinista de Liberación Nacional contra la dictadura militar somocista, etc. (1960-1990);
c) La lucha política-electoral del sandinismo contra el neo-liberalismo (1990-2013).
Orlando Núñez nos dice:
“Encontramos en estos tres periodos una especie de alianza espiritual manifiesta. Durante la guerra de Sandino aparece la alianza entre la Teosofía y el Socialismo Libertario; durante toda la lucha del Frente Sandinista (guerrilla, insurrección, defensa de la revolución), aparece la alianza entre la Teología de la Liberación y el Socialismo Democrático ensayado por el FSLN; y durante la lucha y las victorias político-electorales del sandinismo, el gobierno sandinista se presenta como un gobierno de reconciliación y unidad nacional, expresado bajo el lema cristianismo, socialismo y solidaridad.”
Un poco más adelante, refiriéndose más explícitamente a espiritualidad, Núñez nos dice:
“Desde el punto de vista individual, la espiritualidad es la inclinación o actitud preferencial de una persona, o de la vida humana, por pensamientos y sentimientos vinculados o subordinados a una fuerza considerada superior o trascendente: Dios, el universo, la comunidad, diferentes causas sociales, o la propia vida…
La historia de la espiritualidad ha estado acompañada por la cultura de lo trascendente, es decir, por la sospecha de nuestro cerebro emocional de que más allá de nuestra individualidad, existe un mundo que complementa la racionalidad objetiva percibida por nuestros sentidos…
Por lo general el tema y la práctica de la espiritualidad suelen vincularse con la religión y no es de extrañar…Sin embargo, mucho antes de la religión, los pueblos solían recurrir a los mitos para explicar lo misterioso que resulta su presencia en este mundo.
En todo caso, la espiritualidad, religiosa o laica, funciona como recurso para mantener consciente o inconscientemente los lazos comunitarios, es decir, los lazos que humanizan ese ser social que somos todos nosotros, en evolución, humanización o perfeccionamiento de la convivencia.”
Es una cita larga pero creo que lo amerita tratándose de Orlando Núñez, a quien considero poseedor de una de las más claras mentes nicaragüenses de todos los tiempos y, además, prototipo del nicaragüense en quien no hay ni un ápice de cultura extranjerizante y que se comunica efectivamente con los más humildes de nuestras hermanas y hermanos.
Estamos viviendo hoy en día lo que bien podemos calificar como la mayor crisis en la historia de la humanidad que puede ser terminal y esta crisis de nuestra civilización planetaria se debe, en gran parte, a la ausencia de una espiritualidad que esboce una visión de futuro, que le apunte caminos nuevos y le ofrezca un sentido capaz de soportar los mayores contratiempos.
Como Leonardo Boff nos recuerda en El Espíritu Santo, libro suyo que muy pronto estaremos publicando en Nicaragua en “Ediciones Esperanza” que yo estoy dirigiendo dentro de CECHAN, Centro de Espiritualidad, Cultura, Historia y Arte Nicaragüense: “Ninguna cultura sobrevive sin una narrativa colectiva que le dé cohesión, dignidad, honestidad, valor y sentido a la caminada colectiva de un pueblo. La posmodernidad niega la legitimidad de este anhelo originario… En todas partes del mundo la gente está desarrollando significados para sus trabajos y sufrimientos, en busca de estrellas guías que le den un norte en la vida y les abran un horizonte de esperanza. Podemos vivir sin fe, pero no podemos vivir sin esperanza. Sin ella estamos a un paso de la violencia sin objeto, de la trivialización de la muerte y, en el límite, del suicidio.”
Si bien es cierto que estamos viviendo la peor crisis de la humanidad en su conjunto, también es cierto que en nuestra Patria Grande indolatinoamericana-afrocaribeña estamos viviendo los tiempos más promisorios de toda nuestra historia. La semilla redentora que el Espíritu Santo sembró principalmente a través de Sandino, Carlos Fonseca, Fidel Castro, el Che, Don Pedro Casaldáliga y Pablo Evaristo Arns, cayó en buena tierra y se viene reproduciendo con admirable vigor. Ya son muchos los santos retoños de Fidel, Héroe Mundial de la Solidaridad y Profeta Mayor de nuestra América.
Después de Fidel vino Daniel y con él la Revolución Popular Sandinista, esperanza nuestra y de los pobres del mundo. San Chávez de América vino después, y aunque su presencia fue corta, su impacto fue y seguirá siempre siendo gigantesco, independientemente de los esfuerzos del satánico y maloliente imperialismo gringo que pretende aprovechar la coyuntura para desestabilizar al gobierno de Nicolás Maduro por quien pido un fuertísimo aplauso en señal de nuestra incondicional y total solidaridad. (Estruendoso y prolongado aplauso cuyas ondas expansivas llegaron hasta Caracas y a toda la hermana república Bolivariana de Venezuela.) Algo similar a lo de Nicaragua y Venezuela sucedió también en Bolivia y Ecuador con nuestros queridísimos y heroicos hermanos Evo y Rafael, respectivamente. El Imperio ya apesta; se hace indispensable sepultarlo cuanto antes.
La pelota está ahora en nuestra cancha y a nosotros, los indolatinoamericanos-afrocaribeños, nos toca llevarla como corresponde para el bien de nuestros pueblos y de toda la humanidad. No podemos sentarnos en nuestros laureles. Los nicaragüenses debemos de tener siempre presente las luchas heroicas y sacrificios de nuestros héroes y mártires, Sandino, Carlos, Tomás, el Danto, Camilo, Gaspar, Walter Mendoza, Carlos Roberto Huembes y centenares más que dieron sus vidas sin andar anunciando que las iban a dar, simplemente las entregaron por que el Reino de Dios en la Tierra se convirtiera en realidad, por que nuestras revoluciones no echaran ni un paso atrás y tomáramos las medidas necesarias para asegurar que la burguesía imperial-capitalista no vuelva nunca jamás a gobernar nuestros países. Tenemos que luchar con toda nuestra alma porque nuestra revolución, cristiana, socialista y solidaria, se separe lo más posible del demonio imperialista. Espiritualidad no es blandenguería no cobardía; es valentía, firmeza y capacidad para tomar las medidas necesarias, dentro de la noviolencia, para destruir la diabólica amenaza imperialista.
Tenemos que motivar a nuestros artistas a que sigan registrando nuestra heroica lucha en sus bellas obras que nos llenan de entusiasmo dándonos renovadas fuerzas para seguir luchando. Tenemos que amar y cuidar sus testimonios artísticos sobre el caminar de nuestro pueblo como el patrimonio cultural que representan para nosotros y para la humanidad.
A ustedes, queridas y queridos hermanas y hermanos policías, les toca gran parte de esta dignísima e importantísima tarea. Eso es lo que estamos celebrando hoy con la restauración de los murales revolucionarios pintados por la brigada panameña “Felicia Santizo”. Los felicito.
Pero, además, debemos de estar conscientes de que Nicaragua no solo está viviendo hoy lo que arqueólogos están llamando un auténtico renacimiento arqueológico. Aquí estamos también viviendo una inmensa hemorragia cultural con la fuga al exterior de muchos irremplazables tesoros arqueológicos que reflejan la espiritualidad de nuestros pueblos originarios y que solo recientemente se han encontrado.
Permítanme, antes de terminar, mostrarles una maravilla encontrada hace solamente unas tres semanas. Se trata de esta bella estatua de un sacerdote de Quetzalcóatl ofreciendo al ser supremo sus dolores y sufrimientos propios y los de su pueblo, en la lucha por un mundo mejor a cómo les enseñó Quetzalcóatl. Las otras obras que deseo mostrarles son piezas que, por suerte, escaparon de ser sacadas del país, hace como un año, porque la policía ya le andaba pisando los talones al vampiro cultural y cuando los vendedores se las fueron a entregar ya había huido para no ser agarrado por nuestra heroica fuerza policial, consciente de la necesidad de cuidar y proteger nuestros tesoros arqueológicos y patrimonio cultural en general. Nuestra Policía está consciente de que allí se registra la profunda espiritualidad del nicaragüense desde los remotos tiempos de nuestros pueblos originarios pero que, además, perdura en nuestro subconsciente colectivo en cuanto a nación.
Muchas gracias.
Presbitero Miguel de Escoto Brokmann, el contenido de la Lección Inagural dictada por Ud. en la apertura del año escolar de la Academia de Policía “Walter Mendoza Martínez” en Febrero del 2014, fue excelente, debido a que hay temas que Ud. toco en su conversatorio, que para muchas personas son tabu, desde mi optica personal me complace que hallan personas que sepan difundir de forma sencilla enseñanzas espirituales a como èl Maestro de Maestro enseñaba en Galilea. Dios y María le Bendiga.
Gracias Padre Miguel Descoto por servir a tu pueblo, pero donde ha quedado todo eso Patrimonio, tanto personal como lo que queda del Arte plástico en Nicaragua, esto es un desastre, debemos de buscar como seguir con nuestro legado que es y será siempre los valores, la sensibilidad y ternura hacía los pobres. Saludes maestro Sergio, bendiciones para usted y su esposa, que lindo leer sus artículos con sus obras y recuerdos de la gran amistad que había entre usted y el Padre.