En este mes de febrero Nicaragua ha recordado, con un sinnúmero de eventos y manifestaciones, los 80 años del asesinado del “General de hombres libres” Augusto César Sandino.
Reflexionando sobre su legado en la Nicaragua y América Latina de hoy,
en el momento en el que se acaba de firmar el PROCLAMA DE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE COMO ZONA DE PAZ, que es, quizás, el evento más importante y trascendente de la historia humana en este planeta (jamás se había rechazado la guerra para la resoluciones de los conflictos en un área tan grande de la tierra), mi pensamiento ha ido a la hermosísima pintura mural del Maestro italiano AURELIO C. en le CEMOAR de Managua. AURELIO C.
Este mural titulado “SANDINO NINO” representa al héroe nicaragüense todavía adolescente, como Jesús, con un látigo, para enfrentar a los destructores de la naturaleza.
Hoy, seguramente Augusto César Sandino estaría luchando para salvar el planeta de los destructores neoliberales, de los bancos diabólicos y políticos títeres del imperio. Nuestra Tierra, toda, es el Templo de Dios, y Sandino estaría expulsando los que quieren comercializar todo.
“Dios ha asumido la Tierra como su Templo. El Espíritu la habita con sus energías creadoras y el Padre que lo atrae todo no va a permitir que esta obra de su amor tenga un fin trágico” escribe Leonardo Boff en su reflexión “La gran causa por la que vivir y luchar”.
Y sigue diciendo “Frente a esta situación dramática, dice la Carta de la Tierra, uno de los documentos más serios, nacido desde las bases de la humanidad y asumido por la UNESCO en 2003: «Como nunca antes en la historia, el destino común nos convoca a un nuevo comienzo. Esto requiere un cambio en las mentes y en los corazones; requiere un nuevo sentido de interdependencia y de responsabilidad». Esto nos recuerda las palabras de Jesús: «Si no se convierten, todos perecerán». Convertirse es inaugurar un nuevo comienzo, con otra mente y otro corazón. Es lo que la situación de la Tierra y de la Humanidad están exigiendo. Ahora se impone: o cambiamos, o nuestra civilización puede desaparecer”.
Esta obra, como dije, inspirada a mi amigo y maestro Aurelio C., la compuse prácticamente con la misma estructura iconografica de Andrea del Castagno, que en el 1450 pintó una serie de personajes famosos en una villa cerca de Florencia (se trata del primer ciclo pictórico profano del Renacimiento italiano).
Entre ellos sobresale el retrato de Pippo Spano, claro sobre un fondo de mármol oscuro, y con una monumentalidad impresionante, que recuerda el San Jorge de Donatello…
Ottimo lavoro,Sergio